Una hoja sosteniéndose en un brote. Grisácea, decaída, pero viva.
Se balancea bailando al son de la brisa que la golpea con su incansable frío.
Y cuando el viento hace que vuele, ella se arrastra , revolotea y poco a poco vuelve a caer.
De nuevo todo muerto.
Todo vacío en aquel páramo donde la inmensidad de lo opaco es tan poco diferente que no sabes si lo que ves es o no es.
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